UNIVERSIDAD DEL ADULTO OAXAQUEÑO
Crónica del TOUR CULTURAL PUEBLA
BARROCA
del 16 al 18 de febrero 2018
Dora Luz Martínez Vasconcelos
El viaje comenzó a las
8:30 de la mañana. La camioneta negra Mercedes Benz, nos esperaba en la puerta
de la UNIDAO, relucía acabada de lavar, nueva y esmeradamente cuidada, por
Jairo que se presentó como nuestro chofer. La expectativa era grande, porque el
viaje se trataba de una travesía cultural hacia el pasado barroco de nuestra
historia. Jose, la Directora atenta a cada detalle nos dio nuestra bolsa de
desayuno, muy bien preparada con la finalidad de ganar tiempo y llegar a
nuestro destino. Nos transportamos 15
alumnos, la Jose, y los Maestros Miguel y Mauricio de la UNIDAO hacia una de
las épocas más importantes de nuestra historia, ya que en este periodo se fue
construyendo nuestra identidad como nación. Eso habíamos aprendido con el
maestro Miguel en el módulo de Historia de Arte Colonial que recién había
terminado y que ahora era el momento de que la teoría se convirtiera en
práctica. Subir maletas, acomodarnos fue el inicio de lo que existió durante el
viaje, la cordial y excelente organización a cargo de los directivos de la universidad.
El primer destino fue el centro de
Cholula. El itinerario marcaba la llegada a buena hora para la comida, y fuimos
directamente a los portales. El grupo se dividió en dos mesas, sin embargo, el ánimo
era uno. Se podía notar nuestra afinidad oaxaqueña desde varios metros de distancia,
el mesero se unió a nuestra algarabía y nos compartió que su abuela también era
de la verde Antequera. La comida estuvo muy rica. No me podía quedar sin probar
el mole poblano, tlacoyos y chalupas que son muy parecidas a nuestras memelitas
oaxaqueñas.
Puebla comparte con Oaxaca esa magia
que se descubre en los alimentos, en la explosión de sabores que surgen cuando
el mole o cualquier otro platillo tradicional entran en contacto con las
papilas gustativas. Festejamos el cumpleaños de nuestra compañera Irma. No se
lo esperaba, pero los meseros del restaurante lo organizaron todo, incluido el
pastel con una velita para pedir el deseo antes de apagarla. El viaje había
comenzado bien, Puebla nos recibió con los brazos abiertos y sin ningún
contratiempo, aunque más adelante la vida nos volvería a sorprender.
Nuestra segunda visita fue la
capilla de Santa María Tonantzintla, uno de las muestras más fehacientes de la
belleza del barroco. Cuando llegamos, el maestro Miguel nos reunió en el atrio
para explicarnos un poco de lo que íbamos a ver dentro, es decir, las características
del barroco, su origen y el tiempo que estuvo de moda como forma de expresión.
Esos conceptos nos habían dado en clase, pero al entrar en ese edificio tan
majestuoso, las ideas se convirtieron en objetos tangibles que resplandecían al
momento que posábamos la vista sobre estos. El barroco es la exuberancia en el
ornamento, el rebuscamiento de la forma, y eso se hizo realidad cuando nos
encontramos con esas cariátides que se asomaban entre los bucles dorados y las representaciones
de flores, frutas y habitantes de esa tierra. Las figuras se fueron conjugando
hasta formar un entramado que culminaba en una cúpula sostenida por las
columnas salomónicas que tanto caracterizan al periodo barroco. Es la muestra
de la divinidad expresada en el movimiento, nos dijeron en clase, pero nunca
creímos que eso fuera tan literal… ¡y de pronto la tierra comenzó a moverse con
una fuerza de siete grados Richter! El sismo tuvo epicentro en las costas de
Oaxaca, en Pinotepa Nacional para ser exactos. Tuvimos que salir corriendo del
templo porque ya estaba resentido por los temblores anteriores, incluso había
un andamio de los trabajos de restauración que se le realizaba a la portada.
Regresamos al hotel María Sofía, que
nos acogió con una excelente limpieza y confort, todos con una reflexión en la
mente, acordándonos de nuestra fragilidad ante la fuerza de la naturaleza y el
tiempo. Yo me sentía muy agradecida por vivir estas experiencias con mis
compañeros de universidad.
La noche, y un descanso profundo,
bastaron para tranquilizar nuestros nervios.
El hotel se encontraba en el centro de Cholula, pudimos descansar del
viaje y la emoción del sismo, lo cual se reflejaba en el ánimo al siguiente día
a la hora del desayuno. Todos continuábamos con muy buen ánimo y deseo grande
de continuar el itinerario, según el programa antes dado a cada uno. Marcaba la visita al Museo Internacional del
Barroco, sin duda la joya del viaje. Desde que nos recibieron, pudimos darnos
cuenta que nos estábamos adentrando a un museo de primer mundo, diseñado por el
arquitecto japonés, Toyo Ito, en un estilo minimalista que referenciaba al
barraco en detalles como el espejo de agua en movimiento y las formas curvas
que parecían, a su vez, reminiscencia de los bucles. Nos quedamos impresionados
con la exposición permanente ya que nos mostraron las representaciones
artísticas del siglo XVI, XVII y XVII, con los adelantos tecnológicos más
modernos que propiciaban una dinámica interactiva a la hora de aproximarnos a
las obras. Una de las ventajas que tuvimos fue que el recorrido se desarrolló
casi tal cual como el módulo de Historia del Arte Colonial. En ocho salas
pudimos ver el desarrollo del arte barroco, en las distintas disciplinas:
arquitectura, escultura, pintura, literatura, música, teatro, costumbres y
curiosidades. A cada paso, la teoría que aprendimos en clase se fue confirmando
con las piezas exhibidas, por ejemplo: a la entrada, se encontraba una maqueta
a escala de todo el centro histórico de la ciudad de Puebla, que nos recordó
por qué a esa ciudad se le conoce como “la ciudad trazada por los Ángeles”.
También vimos retablos, esculturas religiosas en las distintas técnicas, que
van desde la talla en piedra, hasta la madera estufada. La pintura no podía
faltar, con esos claroscuros y las expresiones tan dramáticas de los santos; el
arte Religioso siempre me ha parecido impactante por el amor que se demuestra
en la hechura, en la pasión para trabajar esos temas. También vimos un gabinete
de curiosidades que contenía los especímenes más exuberantes de lo que en ese entonces
(siglo XVI, XVII, XVIII) se le conocía como las Américas. Había un cocodrilo
disecado; un cráneo de rinoceronte con sus cuernos y todo; huevos de avestruz y
tortugas, cosa que, me imagino, en ese entonces eran consideradas maravillas de
la nueva tierra. Más adelante, vimos también las exposiciones de literatura
donde nos esperaba Sor Juana y sus compañeros de generación; en música, nos
presentaron el sincretismo entre los instrumentos europeos y los americanos, lo
cual resultó en una mezcla muy guapachosa que podemos disfrutar incluso ahora.
En la sala de teatro se proyectaba la obra Fuenteovejuna de Lope de Vega, quien
fuera una los representantes más talentosos del siglo de oro español. Por
último, en la sala de costumbres, pudimos observar vestuario de la época y
elementos de la vida cotidiana como una recámara de esa época. El pase estuvo
muy divertido, parecíamos niños en una juguetería y como todo buen infante,
después de estar tres o cuatro horas, ya nos había dado hambre así que nos
fuimos a comer.
El restaurante La casa de los
muñecos, dentro del Centro Cultural Universitario nos hizo departir platillos
exquisitos con adornos de frutas y flores, bebidas frescas y postres de
ensueño. En una de las grandes paredes está la imagen de un edificio de la
Benemérita Universidad de Puebla, adornado con talavera y varias imágenes de
hombres como bailando. Era notorio el ambiente de camaradería que reinaba entre
nosotros y el sabor de la suculenta comida continuaba en nuestro paladar. Por
la tarde: la capilla del Rosario y Catedral donde pudimos conocer otro estilo
arquitectónico, sucesor del barroco, llamado Neo Clásico, ya que el altar mayor
de la Catedral, está diseñado por el célebre arquitecto Tolsá, creador del
caballito de Carlos V y del palacio de Minería en CdMx. Casi no tienen
rebuscamiento en la ornamentación, ni exuberancia, el altar ostenta columnas
grecorromanas y el completamente simétrico. Se puede notar la sobriedad del
nuevo estilo y el regreso a las figuras geométricas, lo cual se contrapone con
el barroco. Los contrastes eran de
llamar la atención, muy interesantes al
comparar la Catedral con la Capilla del Rosario, la mezcla de estilos
conviviendo a pocas cuadras de distancia. Incansable el grupo, por la noche,
terminó en un cafecito cerca del Palacio de Gobierno.
El tercer día lo comenzamos temprano
porque ya era hora de desocupar las habitaciones y preparar el regreso hacia
Oaxaca, y continuar con el programa donde nos llevó visitar la Biblioteca
Palafoxiana y el Museo Amparo. Al llegar a la biblioteca, nos sorprendió una
exposición temporal: Tesoros de Catedral. Ahí pudimos observar figuras de Arte
Sacro que estaban almacenadas en los sótanos de catedral, incluso una maqueta a
escala de la catedral metropolitana de Puebla, con explicación de las
principales características de este edificio. Tuvimos la suerte de contar con
un recorrido guiado y explicado por unos de los encargados del museo, quien nos
explicó de una manera muy interesante y entretenida todos los elementos que
teníamos que conocer. Vimos esculturas de la Virgen del Pilar, Jesús
Crucificado, Santo Tomás, San Pantaleón y la impactante Virgen de la Soledad,
la cual siempre me ha impresionado por su rictus de dolor. La museografía muy adecuada, nos permitieron
acercarnos a las piezas para ver todos sus detalles, incluido su estilo y
material. Fue una sorpresa muy agradable encontrarnos con la exposición y con
el guía quien complementó de manera sustancial todo lo que ya estábamos
aprendiendo.
Íbamos de sorpresa tras sorpresa,
ahora la Biblioteca Palafoxiana. Desde que llegamos el olor a libro nos
introdujo a un lugar imponente no sólo por su construcción, sino por la
cantidad de libros en acervo, más de 65 mil de distintos temas: de religión y
temas profanos, por ejemplo, la segunda edición de un Don Quijote de la Mancha
o la primera edición de La Ciudad de Dios de San Agustín. Nos impresionó la
dedicación del fraile Juan Palafox de Mendoza, al crear una colección de libros
tan impresionante que, además, quería fuera abierta a todas las personas que
pudieran leer, hasta 1980 tuvo que cerrarse por motivos de conservación. De esa
biblioteca nos pasamos al Museo Amparo. Otra joya del acervo cultural de
puebla, ya que posee una de las colecciones más importantes de cultura
prehispánica, de todas las etnias y regiones. En ese lugar pudimos observar
estelas talladas, pintadas, figuritas en barro, cerámica y piedra. También
pudimos conocer un poco más de las costumbres que practicaban nuestros antepasados,
sus formas de representación y hasta una línea del tiempo donde se colocaron
todas las culturas y cómo algunas coexistieron sin darse cuenta. El recurrido
estuvo muy aleccionador, el Maestro Miguel nos repetía constantemente la importancia
de darle el mismo lugar a las dos culturas que se fusionaron para crear la
nuestra, la mexicana.
Salimos de ahí fortalecidos, pero
con hambre y un poco de tristeza, pues estábamos a unas horas de regresar a
tierras oaxaqueñas. Comimos en un restaurante que se llama Los Murales, en el
centro de puebla, muy cerca de catedral, la novedad es que, como entrada,
regalaban pulque o una cerveza. Pero lo más bonito, fue cuando los músicos del restaurante
tocaron “El Dios Nunca Muere”, de nuestro célebre Macedonio Alcalá, seguido por
La Canción Mixteca, la cual todos los oaxaqueños presentes cantamos con todo el
orgullo de ser Oaxaqueños. Fuimos a contagiar a nuestros hermanos poblanos de
nuestro espíritu, ese espíritu alegre y dicharachero que también se demostró
cuando salimos de la ciudad en nuestra diligencia, íbamos cantando, veíamos una
iglesia y de inmediato comenzábamos a gritar las características del barroco y
todo lo que nos enseñaron en clase y en el viaje. Quien nos hubiera visto de
fuera, hubiera podido afirmar que todos estábamos felices, incluso cuando
llegamos a Oaxaca, le echamos una porra a Jairo, nuestro chofer y a los
maestros Miguel y Mauricio. Yo digo que la mayoría nos fuimos con ese sentimiento
a nuestras casas, incluso, que hubiéramos podido seguir felices por un rato
más, pero la vida nos tendría preparada otra sorpresa, esta vez de 6 grados
Richter. De nuevo recordé las palabras del maestro Miguel, “en el barroco, la
divinidad está expresada en el movimiento”, sin embargo, mi única preocupación
en ese momento era que no suspendieran las clases en la escuela, ya extrañaba a
mi comunidad universitaria.
P.D. Tuve la fortuna que mis nietos
conocieran a mí querida Directora y con gran orgullo corroboraron que su “Ábu”,
es Universitaria.
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